Plantarme con 30 años emocionalmente devastado, con 120 Kg. de peso corporal y con inseguridades y complejos que me impedían avanzar fue una situación tan angustiosa como inesperada. Siempre pensé que, durante la veintena, mis esfuerzos iban dirigidos a diseñar la vida que deseaba para disfrutarla a partir de los treinta. ¡Y qué iluso fui! No tanto por las expectativas que tenía, sino porque me di cuenta de que era un completo desconocido para mí mismo.