La consigna de Moncloa y Ferraz estaba clara en esta ocasión. Nada de fotos. Porque ello sería como darle munición al enemigo. Por eso, Sánchez no dudó ni un segundo a la hora de ordenar que se blindase el entorno del Palacio de Marismillas, ese cortijo del todo gratis al que los presidentes, sean del color que sean, gustan de venir para alardear de relaciones internacionales. Pedro Sánchez apura sus últimos días de vacaciones (hasta el miércoles está previsto que permanezcan en Doñana los guardias civiles destinados a la zona).
