De repente, un insecto resuelve el mayor enigma de la actualidad política. Piénsalo. El Presidente declara cosas, cae en errores gramaticales, escupe en la pantalla de tu televisor: su cara transmite una especie de estulticia, pero sospechas que es una pose, intuyes su mala idea y notas bullir, del estómago a la nuca, un ansia insana de rebelión. Espera, no digo que Rajoy sea un bicho (no me he desanudado tanto la mordaza); digo que un insecto puede ayudar a comprender la raíz del desprecio de la gente.