"Él se emborrachaba, me chillaba, amenazaba con matarme, y a mi hijo también le decía que me mataría". Según confiesa, pasó mucho miedo, pero siempre supo que ese comportamiento "no era humano" porque su familia la crió en un ambiente "más democrático y abierto", a pesar de que en Mongolia existe una cultura "muy machista". "Llegó un momento en el que yo no podía continuar más". "Yo tenía un buen trabajo, me llevaba muy bien con mi familia, con mis amigos, tenía una vida normal allí, pero, al final, tuve que salir de mi país".