Hay un sentido en que esta travesía hacia la racionalidad que está experimentando el poder político mundial, por lenta y desesperante que sea, es una buena noticia, porque significa que la presión científica funciona. En el Gobierno español, por cierto, ha funcionado mejor, y antes, que la media de nuestro entorno. El singular presidente de Vox, Santiago Abascal, ha aprovechado su tribuna parlamentaria para exigir la dimisión de Fernando Simón. Incluso Abascal tendrá que pasar por el aro de la razón, por mentira que parezca.