Ahora la multiculturalidad ya no resulta la panacea sino la cuna de la inseguridad ciudadana y de los atentados cotidianos contra los derechos más elementales, no de los inmigrantes, sino de los franceses y de otros pueblos europeos que han acogido a esa inmigración. También vuelven a escucharse las dos condiciones claves que posibilitan una rápida integración: una misma religión y un mismo idioma.