La noche vibraba empapada de bufandas en el Allianz Arena, y en los hombres del Porto había sólo miradas distantes. Vacías. Sobre 40 minutos, perdían 5-0 y su sueño de Champions League se desmoronaba. En la parte frontal de la escuadra, una figura alta con la camiseta de rayas, corría con los ojos pegados al césped. Derribaba jugadores. Se lanzaba en busca de un penal. Más tarde anotaría contra todo pronóstico, y, en vez de celebrar, se acomodaría, con un guiño triste en la cara, la banda de capitán.