Felipe VI ha levantado, desde mucho antes de su proclamación, el pasado 19 de junio, un cordón sanitario impenetrable para su cuñado, Iñaki Urdangarin, su hermana, la infanta Cristina, y los negocios urdidos por ambos en torno al Instituto Nóos y la empresa familiar Aizoon. Pero incluso el muro más alto tiene sus grietas. Y las conexiones de los duques de Palma con las terminales del poder político y económico, estimuladas y retroalimentadas durante años desde La Zarzuela, no se pueden borrar de un día para otro sin dejar huella.