Existe un capítulo de «Los Simpson» en el que Homer y Lenny, hartos de vivir, piden trabajo en una plataforma petrolífera. Saben que aquello es un cementerio de almas, un lugar al que ir a morir. No quieren continuar y, en comandita, deciden terminar sus días bañados al menos en el llamado «oro negro». Un sol de justicia, con el calor abrasando su piel amarilla, hasta que ocurre lo que buscaban: cierran un pozo y alzan sus gafas al cielo en señal de victoria con la mala suerte de que los cristales hacen de lupa y prenden unos restos de petróleo