Los asesinos fueron brutales y metódicos. Llevaron a las 74 personas a una bodega semiabandonada en un sector rural de la población de San Fernando, en el estado mexicano de Tamaulipas, a poco más de cien kilómetros de la frontera con Estados Unidos. Los vendaron, los obligaron a apoyarse contra un muro y luego los balearon. Después les dieron tiros de gracia. En el lugar quedaron amontonados los cuerpos de 24 hondureños, 14 salvadoreños, 13 guatemaltecos, 5 ecuatorianos, 3 brasileños y un ciudadano indio. 12 cuerpos siguen sin identificar