Llego a Londres con la esperanza de encontrarme a Hugh Grant en una librería pero me encuentro con Fernando, ingeniero agrícola que prefiere fregar platos en la ciudad de la cabinas rojas a consumirse en España sin nada que hacer. Me dice que el trabajo, por precario que sea, dignifica. Tras dos años en paro y al borde de una depresión severa, decidió romper con todo y venirse a Inglaterra a buscarse la vida. Me cuenta lo horrible que era el domingo por la noche en su cama, pensando en qué hacer mañana