“Una miradita furtiva, que no me van a pillar”. O “total, si van así, es para que las miren”. Pero también “ójala yo las tuviese así” o “hay que ser fresca”. Muchas son las disculpas que tanto hombres como mujeres inventamos en el día a día para justificar que estamos mirando el escote a una mujer y, de esa manera, violentando su espacio. El mero hecho de que nadie, salvo los más maleducados, observe detenidamente dicha parte del cuerpo femenino es un buen signo de que, cuando lo hacemos, nos sentimos culpables.