Las subvenciones y otras ayudas públicas encubiertas a las fuentes de energía fósil, es decir, abonadas con el dinero de los contribuyentes sin que los afectados tengamos conocimiento de ello, son fascinantes: nunca dejan de sorprender, tanto por su vastedad, como por su variedad: mil caras tienen, mil facetas, y se apostan en mil recodos oscuros, cual francotiradores, para descerrajar contra ese bien común que es la protección del medio ambiente.