Imagine un mundo en el que se celebrasen elecciones todos los días; en el que los presidentes de las mesas electorales fueran sustituidos por cajeros y las urnas de metacrilato por máquinas registradoras; un mundo en el que las marcas reemplazasen las siglas de los partidos políticos y los ciudadanos fuesen, simplemente, consumidores. Para sobrevivir en ese mundo en constante referéndum, tendríamos que conocer el programa político de cada empresa y exigir responsabilidades en caso de incumplimiento.

Hace un mes que Unilever prometió que actuaría enseguida por su contaminación de mercurio en Kodaikanal pero sus antiguos trabajadores siguen sin recibir una indemnización justa y la empresa sigue con su doble moral e insiste en aplicar un plan de limpieza insuficiente.