Los jóvenes con atuendo de moda beben cerveza y fuman pipas de shisha, mirando tímidamente a los transeúntes. A medida de que las personas vuelven a sus hogares, la música y la charla se desvanecen, las explosiones retumban a través del suelo, mientras los camareros recogen sillas y mesas. El centro de Mhardeh está a solo diez kilómetros de la provincia de Idlib, el último bastión rebelde en Siria, cerca de donde una serpenteante línea de frente atendida por unidades cristianas voluntarias y el ejército sirio.