Hace poco, mientras esperaba en una consulta médica, reparé en un cartel sanitario que advertía de los peligros de la depresión. Nuestra sociedad invierte enormes esfuerzos, económicos y publicitarios, en combatir la normalidad, en impedir reacciones saludables frente a las inevitables (o inducidas) fracturas vitales. ¿En nombre de qué? De la Felicidad. ¿A través de qué instrumento? De la psiquiatrización del dolor. Un dato elocuente: sólo en Estados Unidos, la venta de psicofármacos ha pasado en veinte años de 800 a 40.000 millones de dólares.