La sociedad de consumo, la otra cara del turbocapitalismo global que vivimos, nos presenta el mundo como una gran manzana que engullir, un conjunto de experiencias episódicas que hay que degustar y devorar sin pérdida de tiempo, antes que decaiga el brillo de la novedad. El modelo es el éxito, el objeto es el símbolo y la experiencia es el premio. La aparente cornucopia de placeres tiene el efecto contrario al deseado, un individuo infeliz y alienado de sí mismo, refugiado en la inconsciencia, que puede derrumbarse al menos traspiés. Sus relaci