Sobre la voz lejana de Ali Aarrass se escucha un sonido acompasado e insistente, como de pisadas que se acercan. Es en realidad la respiración de su hermana, Farida, quien le hace preguntas que él responde desde la prisión de Salé II, en Marruecos, donde cumple condena. La voz se quiebra de vez en cuando: "Las personas que me torturaron no son humanas, no pueden serlo".