La parte administrativa del problema tiene la rúbrica de Adolf Hitler. En 1941, el Führer firmó un decreto por el cual todos los combatientes extranjeros fueron considerados ciudadanos alemanes. Miles de colaboracionistas se ganaron así, en varios países de Europa, el derecho a recibir un día una pensión militar. Es un tema incómodo para Alemania, pero lo cierto es que esas pensiones, 71 años después de la guerra, se siguen pagando, incluso a condenados por colaboracionismo.