El medico que progresa adecuadamente, el acreditado por las agencias del ramo, el que recibe reconocimientos y premios, es el capaz de documentar que tiene publicaciones en revistas de impacto, aunque la haya hecho con un primo coreano y vaya de vigésimo autor sobre un modelo de determinación enzimática en ratas asiáticas. El buen clínico, el que atiende a pacientes en consultas atestadas y aplica rigurosamente su saber, carece de la valoración y consideración de políticos, gestores e instituciones, salvo cuando alguien cercano se pone enfermo.