La crueldad hacia los animales, así como promoverla, contemplarla o consentirla, es individual y socialmente embrutecedor, demuestra insensibilidad, nos enajena de la responsabilidad que permite que nos construyamos como seres humanos, degradándonos, nos descalifica y también nos predispone a tolerar y, llegado el caso, a ejercer una violencia similar contra nuestros semejantes.