Unos estudiantes de Rotterdam, que notaron cuánta fruta se descartaba hacia el final del día en el mercado local de su ciudad, decidieron recoger muestras de las frutas desechadas y experimentar con las mismas y sus posibilidades de uso, ya que este tipo de desperdicios atraían plagas. No solo eso: los comerciantes del lugar tenían que pagar 12 centavos de dólar por cada kilo de fruta que se tirase a la basura.