Zarandear, zarandear, zarandear. No bastaba con presentar un recurso ante el Tribunal Constitucional, había recorrer toda España, pueblo a pueblo, para recoger firmas contra el nuevo estatuto catalán. Recuerdo la mañana en la que una señora me paró en la calle Potosí de Madrid, muy cerca del mercado de Chamartín, para pedirme “una firma contra los catalanes” (textual). Le respondí: “Señora, lo veo difícil, puesto que soy catalán”. Tiempo más tarde, Mariano Rajoy reconocería, en privado, que aquella campaña fue un error.