“El proyecto (de la nueva Ley del Aborto) se aprobará antes de que termine el verano”, prometió un Alberto Ruiz-Gallardón que sabía que la estación finalizaba el próximo martes 23 de septiembre. Pero entonces llegó, macachis, el desafío soberanista catalán, y Gallardón tuvo que aparcar a los bebés asesinados, pobrecillos, para poder defender con todas sus energías la unidad de la nación.