A menudo blasfemo, muy a menudo, a diario, a cada minuto, a cada segundo. Y me reconforta. La queja me acurruca entre sus brazos y yo me siento libre en un mundo que ni entiendo ni quiero entender. Algo está mal. Algo está muy mal. Me rijo por las leyes e intento cumplir, como me enseñaron mis progenitores: honestidad y sinceridad, valores a la baja. Intento ser fiel a unos principios que se diluyen en el aire, moléculas de tiempos pasados, antaño, verdades y justicia, valores en desuso.