El día que fui a entregar mi credencial de diputada al Congreso me sucedió una cosa curiosa: absolutamente nadie era capaz de hablarme de usted. El policía de la entrada que me pidió el DNI, los letrados, los ujieres, los informáticos… todos comenzaban a dirigirse a mí llamándome “diputada” y en menos de un minuto estaban llamándome por el nombre de pila y tuteándome como si nos conociéramos de toda la vida. ¿Por qué esta imposibilidad para cumplir las normas protocolarias en personas tan acostumbradas a ellas?
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etiquetas: señores , trajes , respeto , pueblo , podemos
El artículo no se centra en que no la traten "de usted" o de diputada. ¿Conoces aquello del dedo y la Luna?
No habiendo entendido el artículo, es normal ese negativo.
"Ahora que la ciudadanía ha elegido un Congreso que se empieza a parecer un poco más al país real —un Congreso con muchos menos señores, con muchas más mujeres, con jóvenes, con gente corriente— una nueva forma de hacer política se abre paso en este país, una en la que prima la cooperación, en la que escuchar es indispensable, una forma de hacer política en la que nos tuteamos, porque nadie es más que nadie,(...)"
Léete el artículo, hombre!
Si quieres vestir de determinada forma, tienes que admitir que los demás opinen. Lo de tener 25 años no tiene remedio ni lo necesita, y si quiere ser ejercer de diputada basta que se dedique a hacer su trabajo y se deje de clasificar al personal en función de su barriga y/o su corbata.
Es una anécdota interesante que muestra ciertos defectos sociales que tenemos, lo comenta como cosa de posible interés y punto