A menos que algunos de los elementos en la ecuación cambien radicalmente –y no hay indicios de que eso ocurra en el futuro cercano– no existen circunstancias previsibles que ejerzan suficiente presión sobre Asad para dimitir o para que el régimen negocie su propio fin. Igualmente, la victoria militar de los fraccionados y enemistados grupos rebeldes es ahora un sueño distante. Puede que algunos de sus patrocinadores regionales aún lo deseen, pero a las potencias occidentales que mueven los hilos tras bambalinas nunca les interesó.
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Y ademas el autor mismo dice:
"Muchos observadores –incluido quien escribe– que hace apenas 16 meses creían en la inminencia del colapso del régimen a manos de los rebeldes, han tenido que tragarse sus palabras. ¿Haremos lo mismo dentro de 16 meses?".
Que se dice pronto. Y espérate a que acabe, que por mucha obvia que sea la victoria de Assad esto sigue para largo.
Siria no se recupera de esto en una década.