En el campo de Metché, que alberga actualmente a unas 40.000 personas, una evaluación nutricional rápida realizada por los equipos de MSF a principios de octubre mostró que el 7,1% de los niños menores de dos años sufría desnutrición aguda severa, con una tasa de prevalencia global de desnutrición aguda del 13,6% entre los menores de cinco años.
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Hago donaciones puntuales, si puedo, cuando ocurre una catástrofe o una guerra.
Mi voto, en las elecciones, siempre intento que vaya en consonancia con los principios de solidaridad y ecología.
Pero, estoy sobresaturado de desgracias! Sé que es un problema menor, pero de verdad tenemos que ser nosotros quienes ayudemos a la pobre gente de Sudán? De verdad que ya no puedo asimilar toda la miseria y maldad del mundo; desde primera hora, desayuno sabiendo las hambrunas que asolan el planeta, mis hijos se van tranquilamente al colegio sin miedo a que le disparen des de torres de vigilancia, no somos esclavos (al menos en el sentido literal) y, mi mujer y yo, trabajamos y nos ganamos la vida, podemos pagar la vivienda, la alimentación, la calefacción e incluso darnos algún capricho; no llegué a este país en cayuco y tenemos una red de familiares y amigos que nos aporta tranquilidad y seguridad.
Pero todo el puto día estamos viendo y leyendo miserias; estoy hasta los huevos de que los políticos nos hayan traspasado la responsabilidad y tengamos que ser nosotros quienes decidamos que desgracia sufragamos, de que las ongs compitan entre si por tu misericordia con anuncios que luego no te dejan dormir, de que no le sepas explicar a un niño como puedes vivir tan tranquilo sabiendo que en otra parte del mundo o a dos calles de tu casa, alguien pasa hambre y frío...
No tengo la solución, deberían ser los países quienes actuaran, que suban los impuestos; una cosa es ser consciente de la realidad y otra es estar atenazado por tanta sobreinformación.
Pues a mí me parece que, si nos atenemos a los altos estándares éticos e intelectuales de Menéame, esta noticia debería ser considerada como terriblemente aporófoba, porque al implicar indirectamente que la desnutrición y la pobreza son cosas malas o negativas, se está dejando en mal lugar a todas esas personas, éticas e inteligentes, que, en ejercicio de sus legítimos derechos, consideran que la pobreza, la precariedad, la desigualdad inmerecida y la desnutrición son circunstancias tan estupendas como para incluso hacer nacer, y criar, a sus propias proles en ellas, a que sus proles también les agradezcan esa pobreza, esa precariedad, esa desigualdad inmerecida y esa desnutrición tanto como esas personas progenitoras las agradecen a sus padres.
¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Prohibirles a los pobres tener hijos? ¿Y si los pobres desean ejercer libremente su legítimo derecho de elegir considerar que la pobreza y la precariedad son circunstancias estupendas en las que hacer nacer, y criar, a sus proles? ¿Qué vamos a hacer, quitarles ese derecho progenitor educativo constitucional? ¿Vamos a estar supervisando los criterios progenitores educativos de todo el mundo? ¿Vamos a crear una policía de la moral?
Tan respetable es la persona que no quiere hacer nacer a sus hijos en la pobreza porque está mejor no viendo a sus hijos sufrir la pobreza, como la persona que considera estupendo hacer nacer a sus hijos en la pobreza porque elige considerar que la pobreza es estupenda, o porque quiere pensiones o tiene intereses personales que considere más importantes que el bienestar de sus hijos. Que tú o yo consideremos que la pobreza es horrible para los hijos no quita el derecho a otras personas de considerar lo contrario. Si una persona considera que la pobreza es estupenda y quiere que haya más gente en ella y por eso hace nacer a sus hijos en la pobreza, está en su derecho y no es asunto nuestro.
Además, los pobres ya tienen que sufrir la pobreza. Sería inhumano negarles encima el derecho de ver a sus hijos sufriendo también la pobreza.
Y es que el libro de los gustos está en blanco y la convivencia en una sociedad civilizada debe consistir en que sepamos respetarnos los unos a los otros las costumbres, culturas, derechos, preferencias económicas, criterios progenitores y principios éticos de cada cual, aunque puedan ser muy diferentes a los nuestros.