Quizá una de las pruebas más fehacientes de cómo el incluyente “todas y todos” resulta de facto excluyente sea precisamente su uso contra las mujeres que no se someten al credo populista. Parece evidente que las mujeres que no son sumisas con los dictados de la corrección política no forman parte del “todas” en el sintagma “todos y todas”. Paradójicamente, las mujeres no deben ser sumisas con sus maridos, pero sí cuando habla el presidente del Gobierno. Las mujeres deben ser “visibilizadas”, salvo cuando critiquen al feminismo de Estado. Veámos
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En su clásico libro La razón populista, Ernesto Laclau ofrecía una solución a la crisis de la izquierda derivada de la creciente complejidad social. La lucha de clases clásica marxista pierde energía, donde ya no es posible estructurar binariamente el antagonismo de antaño entre capitalistas y proletariado. Simplemente, la sociedad de los actuales estados ya no está estructurada entre ricos y miserables, separados por un gran abismo de poder adquisitivo.
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Por tanto y dadas las circunstancias, la alternativa a la lucha de clases clásica es un multiclasismo que logre unificar en torno a una única “demanda popular” la miríada de “demandas democráticas”, pese a no ser siempre del todo coherentes entre sí. Para ello, es necesario establecer entre las múltiples “demandas democráticas” de mujeres, negros, inmigrantes, movimientos LGTBI, ecologistas, etc. lo que Laclau denomina “cadenas equivalenciales”, que sirven para dar unidad argumentativa a sus demandas y convertirlas en las demandas de un solo “pueblo”. El pueblo es así una “plenitud ausente” que surge de la vinculación entre muy diversas demandas que sólo pueden aglutinarse en torno a un “significante vacío”, “pueblo”, y que sólo cobran sentido frente a un único enemigo exterior: la oligarquía, la casta, Madrid, Washington, los blancos, los hombres, etc.
Como es natural y por fortuna para Felicia, esta transformación del discurso de la izquierda ha dado lugar a una relativización de la cuestión de la redistribución de la riqueza, frente a la que se rebelan teóricos como Žižek o políticos como el expresidente paraguayo José Mújica. No es el lugar ahora de examinar estas reveladoras tensiones entre clasistas clásicos y multiclasistas. Más relevante para nuestros fines resulta comprender que el multiclasismo ha derivado hacia un progresivo “hiperclasismo” que entre las distintas demandas democráticas otorga la primacía a una para convertirla en la demanda esencial del pueblo, en la demanda popular en torno a la cual gira el resto y he aquí que es el feminismo el movimiento privilegiado por el hiperclasismo. Es decir, el feminismo se ha convertido en la clase popular por excelencia, en el movimiento sobre el que gravitan ahora el resto de demandas democráticas, vertebrando así toda la demanda popular actual. En estas circunstancias, no es de extrañar el éxito del “todos y todas”. Cada vez que se dice “todos y todas” se excluye a quienes decimos “todos”, expulsados para siempre del “verdadero” pueblo. De manera particularmente cruel, con esta estrategia se ha pretende exiliar de la política también a las mujeres que no se avengan a usar tal lenguaje inclusivo.
No es paraguayo, es uruguayo y nunca le he leído un comentario machista.
La mayoría de las hombres son personas sensatas, y luego hay algunas y algunos que para llevarse una paguita o hacerse notar no paran de decir y escribir tonterías con la esperanza de que alguien les/as haga caso.
La mayoría de las hombres son personas sensatas, y luego esta Santiago Abascal que para llevarse una paguita o hacerse notar no paran de decir y escribir tonterías con la esperanza de que alguien les/as haga caso.
mola!!