Coherencia no es sinónimo de verdad, pero tendemos a confundir ambos conceptos. Cuánto más coherente es un discurso, ya sea oral o textual, más fácil es que lo tomemos por verdadero y más convincente nos parecerá. Y confundir coherencia con verdad puede llevarnos a cometer errores desastrosos. Somos nosotros mismos, los humanos, quienes dotamos de significado a estos textos, que, en sentido estricto no son producto del razonamiento sino de vectores probabilísticos.