La despoblación rural y el abandono del uso del territorio afectan desde hace décadas a las montañas europeas. Los cambios socioeconómicos y la Política Agraria Común han hecho desaparecer numerosas explotaciones agrícolas, ganaderas y forestales que resultaban poco competitivas. Una de las consecuencias del abandono es que campos, pastos y dehesas abiertas se llenan de vegetación natural dominada por matorrales y bosques. La expansión de esta vegetación no deseada conlleva la percepción de que el monte está “sucio".