Las masacres de arañas son aún más inquietantes si se tiene en cuenta que las arañas y los humanos no son tan diferentes. Aunque nuestros caminos evolutivos divergieron hace al menos 530 millones de años, compartimos muchos de los mismos órganos y partes del cuerpo -como las rótulas- y sustancias químicas cerebrales similares, desde la dopamina hasta la adrenalina.
Quizás la razón más obvia por la que consideramos justo aplastar a las arañas es nuestro miedo patológico a las cosas con ocho patas, lo que hace que sea difícil empatizar.