Llegados a un 2022 en el que la ciencia ha puesto en jaque mate a seudociencias como la homeopatía, a alumbrados cósmicos como los antivacunas o a estupideces excesivas como las estelas químicas o chemtrails, parece realmente absurdo que hace sólo diez o quince años, una pulsera siliconada de poderes élficos extrasensoriales empapara el subconsciente colectivo de las sociedades de muchos países hasta tal nivel de calado que se puede considerar como la última gran estafa planetaria a gran escala que se recuerda.