Agustín Ibarrola no solo fue un creador original, innovador e imprescindible en la segunda mitad del siglo XX, sino sobre todo un ejemplo memorable de convicción, coherencia e irreductibilidad. Un artista a quien nadie pudo sobornar.
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Curioso, tampoco hacia ascos a el resto de las derechas.
Quizás, algún ilustre con el tiempo pasó por el lugar y apreció arte en la hazaña, pero a mi siempre me pareció que usar la naturaleza salvaje para pintarrajear tus caprichos era una mongolada que merecía reproche.
Por la general el 99% del arte necesita materiales que obtiene de la naturaleza salvaje. La diferencia está que la opción de Ibarrola que denigras, valoraciones estéticas aparte, es, si no más respetuosa, al menos bastante menos destructiva, porque siempre será menos malo para el árbol hacer una composición en su corteza que talarlo y reducirlo a madera para hacer una mesa o una obra de imaginaría; y será menos destructivo de un entorno natural hacer una composición cromática sobre las rocas in situ que transformarlo en cantera de la que extraer piezas que esculpir y exponer a cientos o miles de kilómetros de su lugar de origen. No es que condene estos otros procedimientos industriales para la extracción de materias con miras a convertirlas en obras de arte. Pero, como he dicho, creo que a nivel de impacto sobre el entorno y la naturaleza son, sin duda alguna más destructivas y más irreversibles que la que criticas de Ibarrola. Al menos esa es mi valoración.
Le paga no era que faltaran, era otra.
La pega es que la mayoría de esos miles que cito, la inmensa mayoría, acabaron exiliados o muertos.
Dejando a un lado que llevas la civilización al paraje, teniendo que adecentar infraestructura de todo tipo tanto en la zona como en las inmediaciones, lo del impacto que pueda tener el manchar un lienzo y una brocha o en mamarrachar cientos de árboles, pues la comparación es como para al menos, sacar una sonrisa.