La propia historia de la Iglesia está ligada a la rentabilidad del infierno, religiosa en primer lugar pero también económica. A partir del siglo XII, con el asentamiento teológico del concepto del purgatorio —un estado de tránsito hacia el cielo, en el que el alma sufría temporalmente las mismas penas que en el infierno—, la Iglesia emprendió uno de los negocios más pingües y obscenos a los que se ha dedicado en su historia: el tráfico de indulgencias, bien propias o para un familiar fallecido. Monetizando así el terror.
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Es posible que existiese un predicador judío al que llamaban Jesús de Nazaret que fue condenado a muerte. Pero lo que es más que probable es fuese que otro judío, Pablo de Tarso, quien creó una religión basada en la presunta resurrección del susodicho.
A quien habría que abrazar por innovador y original es al Monstruo del Espaghetti Volador.
El caso concreto de los concilios cristianos es una risa. De repente a uno se le ocurría hacer oficial el infierno, y ahí tienes siglos de personas atenazadas por el miedo al pecado. Otro día la Santísima Trinidad, otro que si María era virgen, otro que si Jesús hizo esto, pero no lo otro... Y la población inculta y sin recursos a creerlo sin dudar. Y hasta ahora... tenemos medio mundo creyendo en las locuras de unos fanáticos colgados del siglo IV, y a otros tantos pensando que un tal Mahoma de verdad era el transmisor de las ideas de Dios (que no encuentro mayor falta de respeto y mayor presunción que esa), y sin cuestionar nada, a creerlo. Eso sí, luego algunos no creen que el hombre pisó la Luna, "porque eso es imposible".
Pero el «dies irae» de Dios en el AT dura tan para siempre como el del Apocalipsis cristiano. Según la escatología de Daniel en ese día muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.