El cerebro gasta entre el 44 y el 87% de la energía total consumida por el cuerpo durante la infancia y la niñez. El siguiente paso para los investigadores es comparar si este patrón de consumo de glucosa y crecimiento corporal se da en otros primates.
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Antaño, estaba el dicho "más alto que un pino, más tonto que un pepino". Y era por algo. Cultura popular. El más grandullón de todos solía ser el más tonto.
Nuestros abuelos y antepasados eran más bajitos y más canijos. Esto indudablemente era porque no habían McDonalds, puestos de fritos y Carrefours llenos de comida a euro el pack de 500 gramos de basura. Pero haciendo una lectura avanzada de esa situación con respecto a la noticia, no eran pequeños sólo porque comieran poco, sino porque la gran mayoría de ellos tenían que estar todo el puto día pensando y pensando cómo hacer para no morir de hambre.
Comparativamente, el ingenio y la astucia eran infinitamente mayores en un niño de la España rural de la postguerra que en un criajo de ciudad de este siglo con sus fabulosos gadgets electrónicos con conexión a internet que sus orgullosos padres le regalan mientras aplauden viendo cómo el cabroncete es "tan listo que se maneja que no veas con el Nexus7" y mientras los medios celebran la "digitalización de las nuevas generaciones".
Resultado: una camada de borregos hiperconectados incapaces de pensar por sí mismos nada más allá de dónde se van a poner el próximo tatuaje de estrellitas. Si a eso le añadimos que lo que antes costaba esfuerzo y tiempo de pensar ahora te lo compras directamente en el Leroy Merlín, pues tienes a una generación de Rafas Mora guapísimos, muy fuertes, con tableta de chocolate, que se manejan que no veas con el Nexus7 y que son más inútiles que hacerle una paja a un muerto.