Antes de que se popularizaran las piscinas (o el mito del embarazo por baño), sin embargo, hubo otros mitos similares, algunos que también buscaban restituir de algún modo el honor de ciertas mujeres; otros, espoleados por los escasos conocimientos médicos de la época. En 1750, por ejemplo, a la Royal Society de Londres le llegó una misiva de un tal Abraham Johnson, titulada Lucina Sine Concubita (del latín, embarazo sin sexo). Allí explicaba el uso de “una maravillosa máquina cilíndrica, catóptrica, rotundo-cóncavo-convexa”
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Por cierto, un comentario como este me valió la expulsión de clase religión en el instituto y una visita al director, que tuvo problemas para contener la risa mientras el cura me echaba la bronca.
Según parece la madre se quedó embaraza "en la piscina" y la parió por cesárea, con que su himen estaba inmaculado.
En varias... terminó en varias.
Más bien las vaginas no se llevan bien con mis espermatozoides.