Salida de nadie sabe dónde, mujer en un medio abrumadoramente masculino, admirada por tantos como la odiaban, capaz de desafiar a privilegiados acostumbrados a la impunidad e incluso a los gobiernos más poderosos, aclamada hasta la idolatría, perseguida y castigada. No es de extrañar que a Emma Goldman a menudo se la comparara con Juana de Arco.
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Y qué poco lo sospechan las empoderadas: mientras no toquen la lucha de clases, la revolución puede consistir en lograr más subvenciones.
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Y si las feministas reivindican el empoderamiento de las mujeres, Goldman no hace ningún tipo de distinción. Como pasaba con los judíos, para ella no hay grados de opresión, no le importan las diferencias étnicas o de género, su lucha es por la humanidad. De hecho, no se la puede considerar feminista, y algunas de sus declaraciones, si ya en su época eran desconcertantes, hoy son prácticamente incomprensibles, como cuando defendía que el medio supremo para la autorrealización de la mujer era tener hijos: “Hasta que la mujer no escuche la voz de su naturaleza, ya sea una llamada hacia el mayor tesoro de la vida, el amor, el amor por un hombre, o su más glorioso privilegio, el derecho a dar a luz un niño, no puede llamarse a sí misma emancipada“. No hace falta decir que ella misma nunca tuvo hijos.
Resignada, se encamina hacia Rusia, la tierra de los trabajadores, donde al menos espera encontrarse con la materialización de sus sueños, un país libre y en el que los humildes tenían ahora el poder. Pero no tardará en decepcionarse: lo que se encuentra es un régimen autoritario en el que la libertad de expresión es vista como un fetiche burgués y en el que los anarquistas son perseguidos con la misma saña que en los países capitalistas.
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El recibimiento fue apoteósico, pero cuando empezó a criticar a los bolcheviques y explicar que no era que el experimento ruso hubiera salido mal, sino que el marxismo conducía inexorablemente a la dictadura, todo el público abandonó la sala, con la honrosa excepción de la admirable Rebecca West.
Así están los últimos tiempos...
Y, por cierto comparar a Ayn Rand con Ella es como comparar Belén Esteban con Nietzsche.
En cuanto a lo de que es feminista, imagino que será de un tipo de feminismo que nada tiene que ver con el de ahora. No es lo mismo luchar por los derechos de las mujeres que la diarrea mental que vemos hoy en día. Y si no es así no es mas que otra quejica escandalosa incapaz de asumir su responsabilidad en el mundo.
En su día la palabra "retrete" significaba "lugar retirado". Hoy en día no llamarías retrete a un lugar retirado al que irte a meditar, o a leer un libro en silencio. Con el feminismo pasa lo mismo. Aunque tengo razones para pensar que el feminismo de antes no era mucho mejor que el de ahora. Pero por lo menos tenía una causa justa.
Y si es feminista radical, no es mas que otra revolusionaria sobrevalorada tipo el Che.
Pero, porque no sigo mis principios y hago lo que digo, ignorar a los liberales.
De todas formas no veo cómo es compatible ser anarquista con defender un estado con instituciones dotadas de cuantiosos recursos, destinadas a crear "igualdad de género" mediante el uso de leyes y subvenciones, que es a lo que se dedica el feminismo. El feminismo tiene mucho que ver con el marxismo que critica en el artículo y poco que ver con la anarquía.
Cuán osada afirmación. Como si entre el capitalismo y su amoralidad de mercado y el totalitarismo no hubiesen posiciones sensatas.
Igual lleva razón #39.