La barroca bóveda con la Apoteosis de San Ignacio es modélica pero nos fijamos más en la sencilla cúpula con cañón y cisternas ilusionistas. Se trata de una pintura plana que está diseñada para ser vista desde la parte posterior de la nave. Si nos situamos debajo se descubre el trampantojo: algo no encaja.
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Como bien dice #4, toda la nave central finge una elevación hacia el cielo que desde determinados ángulos engaña perfectamente al ojo, lo que demuestra un maravilloso dominio de las proporciones y las proyecciones en una mezcla de arte y matemáticas. No os la perdáis si vais a Roma.