Este debate plantea, al menos, dos preguntas importantes: ¿fue la hiperinflación un factor clave para el surgimiento del Nazismo diez años más tarde? Y si no fue así, ¿por qué repetimos una y otra vez el mantra de que fue la hiperinflación? En un reciente estudio (aquí) reviso estas preguntas explorando las consecuencias políticas y sociales de la hiperinflación en más de 500 ciudades alemanas ligando un índice de precios con frecuencia mensual a las siete elecciones federales que tuvieron lugar entre 1924 y 1933.
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En ninguno de los más de 700 modelos que utilizo, ya sea en niveles o diferencias, puedo encontrar evidencia de que la hiperinflación impulsase la suerte política de los Nazis.
Así pues, si los temores a la inflación que vemos hoy día son, de hecho, históricamente atribuidos a un período de deflación, esto nos lleva a un buen número de paradojas en la historia. Como investigué en otro artículo (aquí y aquí) resulta irónico que el canciller Heinrich Brüning, quien insistió en evitar cualquier movimiento hacia la inflación por los recuerdos de la hiperinflación, llevase a Alemania hacia la deflación y la austeridad entre 1930 y 1932, y finalmente hacia el Tercer Reich. Un paralelismo similar se puede establecer con las políticas de austeridad aplicadas en 2007/2008, cuando Ángela Merkel y la Troika fueron reacios a comprar deuda pública, con el conocido impacto desastroso en las economías del sur de Europa que abrieron las puertas a nuevas oleadas de populismo y al Brexit (aquí y aquí).