Con actitud esquiva, vestido como un mendigo y sin ápice de interés por el trabajo que el director George Stevens le había encomendado, James Dean llegaba al rodaje de Gigante (1956) como el que busca en cada instante un motivo para abandonarlo todo.
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La escena de la noria de Al este del Edén ,una de las más eróticas que recuerdo. No se puede ser más guapo.