En 1828, la revista Atheneum, en su primer editorial, afirmaba que "ningún inglés de clase media compra libros". Y quien se ocupó de abastecer a estos lectores de clase media, sobre todo, fue un hombre avispado y lleno de iniciativa empresarial: Charles Edward Mudie. Propietario de una papelería, hacia 1842 Mudie se apuntó a la moda ya en boga de prestar libros a sus clientes. Por una guinea al año, sus parroquianos podían tomar prestado un libro tras otro (pero sólo uno a la vez; el precio se incrementaba si uno quería hacerse con más).
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Una de tantas gilipolleces de este hombre, al que tantos cretinos de estos lares han aplaudido porque su discurso del todo gratis les encantaba. Todo gratis menos su nómina, claro.