Para los griegos y romanos el ocio era la condición misma de la ciudadanía. El ocio, como opuesto al trabajo esclavo, era la posibilidad de inscribir la propia libertad en dos espacios indisociablemente ligados: uno la ciudad (la polis o república), donde se discutían entre iguales los problemas comunes. El otro era la academia. El término que los griegos utilizaban para lo que los romanos llamaron luego “ocio” es skholé, de donde procede nuestra palabra “escuela”. Los “ociosos” eran, pues, los escolares, filósofos, o amantes del saber.
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"A la luz de esta inesperada etimología, podemos pensar entonces en los negociantes o negociosos -en esos “hombres de negocios” en los que nos gustaría que se convirtiesen nuestros hijos y con los que nos gustaría que se casaran nuestras hijas- como lo que realmente son: personas que, al renunciar al ocio, han renunciado a las dos ejes de la condición humana emancipada: la política y el saber. Los “hombres de negocios”, como los esclavos antiguos, son los hombres que no participan de la vida política y que no van a la escuela; los “privados” o “idiotas”, según otra etimología griega; y ellos son, como responsables apolíticos y sin saber de la economía, los que deciden desde fuera los destinos de la ciudad y el contenido de nuestras vidas individuales; es decir, de nuestro “ocio”."
Y no tiene ni un meneo el artículo. Pensaré en ello cuando a llegue a portada la próxima recopilación de gatos vestidos de Star Wars.