Allá por el siglo XVI, los pueblos eran recias columnas sobre las que se erigían los Tercios españoles. Los capitanes arribaban henchidos de orgullo a sus calles y arbolaban bandera acompañados de sargento, tambor y pífano. Al son de los instrumentos comenzaba la recluta.
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Guste o no.
Los hidalgos se iban porque con el nuevo sistema no tenían para vivir con holgura. Otros porque era aún peor quedarse en su pueblo.
Hay quien defiende que el desastre de 98 fue algo positivo porque ya no había esa sangría de gente