Si hay algún rasgo que de por sí, diferencie al ser humano, a parte de su -siempre supuesta- inteligencia, es disponer de un espíritu de contradicción capaz de dejar sentado al más pintado. El mundo de la política, por su visibilidad, es un auténtico escaparate de esta situación en que por intereses partidistas, personales, por cambio de ideas o por lo que sea, hoy se defiende una cosa y mañana se defiende exactamente lo contrario, o se crean compañeros de viaje que en una situación normal no se producirían.