Obligó a pasar frío a los lectores y vetó las obras teatrales de Shakespeare. Fue el encargado de revitalizar la biblioteca de la Universidad de Oxford, que, tras quedarse sin libros a causa de las medidas reales y eclesiásticas durante la Reforma protestante, había llegado a vender hasta sus muebles. De los 281 manuscritos donados por el duque Hunfredo de Gloucester, solo tres se libraron de la purga.