Pixar, Disney, y un largo catálogo de empresas dedicadas al cine infantil, son apenas el último eslabón de una cadena que se remonta a varios siglos atrás. El cuento de hadas moderno, ése que además de proveer fantasías insoportables nos asfixia con un tipo merchandising que se vuelve obsoleto en pocas semanas, es simplemente un heredero, mejorado, por cierto, pero con las mismas intenciones maliciosas que las de sus predecedores.