Cuando el viejo Ben decide romper su vigilancia pasiva y acercarse al granjero Luke en ‘La guerra de las galaxias’ (George Lucas, 1977), descubre que, en mitad del remoto Tatooine, le acompaña C-3PO, un androide de protocolo, y R2-D2, un droide astromecánico con un mensaje de la Princesa Leia Organa de Alderaan para él en el que le suplica que vuelva al espacio a combatir contra el Imperio. Hasta aquí todo perfecto.

El artista escocés cumple 50 años alejado de los escándalos de juventud y los excesos con la bebida. Ahora saca el polvo a su viejo sable de luz de Star Wars para regresar a la galaxia que le hizo ver el estrellato, esta vez de nuevo en la piel de Obi-Wan

Ingram, que interpreta a la inquisidora Reva, denuncia haber recibido una avalancha de insultos en sus redes sociales a partir del 27 de mayo, cuando la serie se estrenó en Disney+. De esta manera, Moses Ingram se convierte en otro más de los intérpretes racializados que, como John Boyega y Kelly Marie Tran, se han enfrentado al rostro más impresentable del fandom.

Hace diecisiete años, La venganza de los Sith (2005) finalizaba el arco de precuelas con el que George Lucas quiso contar la caída de Anakin Skywalker en el lado oscuro de la Fuerza, después de haber mostrado su proceso de redención en la trilogía original de Star Wars. La última hora de aquel Episodio III era una orgía gestáltica dedicada a colocar, uno por uno, todos los peones del enorme ajedrez galáctico en las posiciones de salida que ocupaban al comienzo de La guerra de las galaxias (1977). Los caballeros Jedi eran aniquilados, los melliz