Muy por encima de nuestras cabezas los troncos de árboles centenarios crujen zarandeados por el viento. En el sotobosque, formado por una maraña de troncos, ramas y hojas cubiertos de hongos, musgo y líquenes, apenas se nota la fuerza del viento. Por debajo de esta densa cubierta vegetal en descomposición habitan cientos de especies de insectos que contribuyen a dar vida a un ecosistema único.