Tras la confirmación de tres focos de leishmaniasis, Salud Pública, la OPS y las facultades de Veterinaria y de Medicina acordaron protocolos para evitar la propagación. Las autoridades recomiendan analizar la sangre de los perros y, si se confirma contagio, sacrificarlos con el debido consentimiento.
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Tengo varios casos cercanos y los perros viven mucho tiempo y con una buena calidad de vida.
El tratamiento no es tan sencillo como dice #5, aparte del alopurinol que comenta al principio y en los brotes hay que dar miltefosina o pinchar meglumina; esto y las analíticas de control tienen un coste que no todos los propietarios pueden asumir. Por otra parte, el tratamiento no implica la muerte de todos los parásitos, y perros con la leishmania controlada a nivel de sintomatología o incluso con títulos de anticuerpos bajos (una de las cosas que suele medirse cada seis meses) pueden transmitir la enfermedad.
¿Qué hacer con los animales que no se tratan? En España la leishmania no es un problema, salvo el brote que hubo en Madrid hace unos años y algunos casos puntuales más. Recordemos que hay muchas zoonosis que requieren el sacrificio de los animales infectados o susceptibles (enfermos o sanos), como la rabia, la EEB, etc. Entramos entonces en una zona gris, que además aparece cuando los animales "sacrificables" son más individualizables que el ganado. Cuando salía en las noticias que habían detectado EEB en una vaca de una explotación con 200 cabezas y había que cepillarse a las 200 vacas por la mera sospecha, nadie (o muy poca gente) ponía el grito en el cielo. Entiendo que en el caso de animales de compañía hay otra sensibilidad distinta, que nos puede hacer replantearnos muchas cosas, pero siempre anteponiendo la salud humana a la animal.
La leishmaniasis tiene dos problemas, a mi modo de ver: el primero, que es una enfermedad con una patogenia muy peculiar; y el segundo, que aquí lo vemos como algo lejano y exclusivamente animal, cuando en otros países es un verdadero problema de salud pública, y además son países cuyos ciudadanos difícilmente pueden hacer frente al costo de tratar un perro con leishmania.